Félix Labeaga Alecha

Acción de Gracias en el funeral de mi madre SOCORRO

Gracias Señor por mi madre.

Ha sido un increíble y maravilloso regalo para quienes hemos tenido la dicha de compartir su vida de cerca.

Gracias por este pedazo de mujer que, cual ángel cercano y solícito, ha guiado con amor los pasos de su numerosa familia por los senderos del bien y de la armonía. Y lo ha hecho desde la fe, la decisión y el cariño. Eras físicamente menuda pero poseías esa fortaleza, ceñida de humildad, pura esencia de la mujer navarra.

Su carácter intenso y enérgico, dulcificado por su gran inteligencia y generosidad le auparon al liderazgo indiscutible de su familia. Lo ejerció con amor, con elegancia, con singular entrega, buscando lo mejor para cada uno y olvidándose siempre y por completo de sí misma.

Señor, no albergamos la menor duda de que, en estos momentos y a partir de hoy, seguirá siendo ese ángel entrañable y protector que fue en vida. La muerte no nos roba a nuestro ser amado, nos lo guarda e inmortaliza en el recuerdo. ¡Ama, tú no mueres, seguirás viva en nuestros corazones, presente en nuestro camino, en el que siempre encontraremos las huellas imborrables de tu paso ejemplar! Como en vida, seguirás abriendo la marcha con tu ejemplo luminoso: hiciste bella realidad aquello que decía tu gran amigo Jesús: ”Sois luz del mundo”

Gracias por su larga y preciosa vida. Vida polarizada por dos grandes amores que se fundían, con esa suavidad que tiene lo auténtico, en uno sólo. Desde muy chaval yo pude percibir señales inconfundibles de que mi madre era una mujer profundamente enamorada de Dios y de su familia. Y la quería y admiraba por ello. Hoy, 90 años después, y tras un diálogo mantenido durante muchas tardes con ella, he podido acercarme más a su corazón y a sus sentimientos llenos de sinceridad y hondura, y me ha emocionado descubrir la fuerza y la rotundidad de estas dos grandes pasiones de su vida: pasión por Dios y pasión por los suyos.

Su amor a Dios y a la Virgen María se forjaron en el seno de esta vieja villa de Desojo, que por 1913 rezumaba religiosidad por todos los poros, y ha ido creciendo en las sucesivas etapas de niña a mujer, y mujer anciana. Y lo primero que nos sorprende es comprobar con qué sabiduría y sencillez ha conseguido asumir los cambios, las modas, la continua crisis que han experimentado las prácticas religiosas en estos 100 años. Sus nietas lo comentaban a menudo admiradas. ¿En qué escuela aprendió a remar tan hábil y serenamente por ese mar encrestado que le ha rodeado en vida, para salir sin rasguños, con su fe robustecida y su fidelidad a los compromisos cristianos fortalecida? Cuando cumplió los 90 optó por no salir ya a la calle ni incluso a la parroquia. No le supuso esfuerzo especial pues siempre fue una mujer muy casera. Radio María a todas horas, en los días festivos TV-2, la comunión que le traían periódicamente a casa y los frecuentes intercambios religiosos en familia cubrieron en adelante su imperiosa necesidad de vivir cerca de Dios. Ni en los días en que amanecía más incómoda dejaba de lado su misa, el rosario, las vísperas y el viacrucis en Cuaresma.

Y mantuvo al mismo nivel la pasión por los suyos. Gracias Señor, porque nos enseñó a querer de verdad. Primero a su familia. En su limpio y enorme corazón cabíamos todos: su marido Benjamín, al que despidió con dolor hace 16 años después de cuidarlo con mimo en su enfermedad; Marisa, la tierna niña de 3 años en orfandad, acogida como su hija mayor; sus 7 hijos, todos vivos hoy (en su oración diaria pedía a Dios que no se llevara a ninguno por delante suyo y lo ha conseguido); sus queridos nietos y bisnietos que han sido su alegría en este último tramo de su vida; sus familiares, sus amigas y amigos, que en mayor o menor grado fueron todos los habitantes de este pueblo entrañable que le vio nacer. Yo notaba que al hablar de sus vecinos desojanos lo hacía siempre con sentimiento y pasión. Entre sus hijos, Juan Antonio y Agustín, severamente visitados `por la enfermedad, ocuparon una parte muy importante en su corazón y en su mente en esta última etapa de su vida.

En su oración todos teníamos cabida a diario. Hasta sus 100 años ha conseguido estar atenta y presente a las necesidades y vicisitudes diarias de los suyos. Una vela se encendía junto a la estatua familiar del Sagrado Corazón en su casa, no sólo en los acontecimientos importantes de nacimientos, bautizos, bodas, sino cada vez que una operación, una visita médica, un examen, una oposición, la búsqueda de trabajo…afectaba a cualquiera de los suyos. Entre sus nietos resultaba familiar ya este grito de ánimo ante retos importantes:”tranqui; tu abuela reza por ti.” El jueves, 19, víspera de la muerte de Socorro, su nieto pequeño, Jon, tuvo una entrevista de la que salió con su primer trabajo bajo el brazo. Al día siguiente nos hacía sonreir con su comentario: “una vez que la abuela ha conseguido el trabajo para su último nieto, ha decidido ya marcharse”. Gracias, Señor, por su testimonio sencillo y vivo de fe y de amor, comprometido con la vida de cada día.

Gracias Padre: porque le diste un corazón de pobre. No tuvo atracción alguna para los negocios, y en consecuencia aprendió a vivir con poco y a dar lo poco que tenía, sin guardar nada para sí. ¡Cómo disfrutaba repartiendo pagas a sus hijos, nietos y biznietos¡ Su corazón, siempre sensible y compasivo con los necesitados, le movía también , aún con 100 años, a no dejar semana sin un donativo para la Iglesia, para Cáritas o cualquier tipo de campaña solidaria con los pobres. Yo a menudo fui su mensajero en estos menesteres.

En el crepúsculo de tu vida solo había un capítulo que te aterrorizaba: molestar a nadie, ser una carga para los tuyos. Este sentimiento convivía con un amor entrañable lleno de agradecimiento hacia tus hijas Socorro y Angela que, según nos expresabas a menudo “me miman y me cuidan como a una reina”. ¡Cuántas veces le pediste a Dios que te llevara consigo antes de ser un incordio para tus hijas! Y casi te hizo caso… Sólo 3 meses finales de dependencia más severa y de progresivo deterioro físico precedieron a tu muerte tranquila el día 20 de Diciembre a las 2 de la tarde. Así, pues, en Bilbao se cierra tu historia de 100 años y 3 meses que comenzó a escribirse en Desojo el 19 de septiembre de 1913.

Hoy, ama, anidan y se funden armónicamente en nuestros corazones 3 sentimientos: un sentimiento de profunda alegría por el triunfo de tu vida significativa y llena, que resucita con Jesús, para disfrutar ya junto a Él de una eterna Navidad; 2º un sentimiento de nostalgia y pena por la separación de nuestro lado de una mujer entrañable que nos amó y que amamos de verdad y 3º un sentimiento de gratitud no sólo porque tu vida ha sido preciosa para todos nosotros, sino por la esperanza de que tu imagen y tu benéfica acción seguirán vivos entre nosotros.

Y mi gratitud a Dios quiero hacerla extensiva también a los aquí presentes:

En nombre de la familia quiero expresar un sincero y sentido agradecimiento a cuantos hoy compartís con nosotros esta celebración de despedida de nuestra madre: al celebrante D. José Ignacio, a ese espléndido coro, a los parientes, amigos, vecinos de años y a los HH de diferentes comunidades. Gracias por vuestra cercanía en este trance, por las manifestaciones de vuestra amistad y sobre todo por vuestra oración. Estoy seguro de que mi madre en estos momentos se siente feliz e inmensamente agradecida con todos.

En Desojo, diciembre de 2013