Misioneros familia Alecha Rubio (4ª parte de 4). Máximo

V.- MAXIMO ALECHA RUBIO

Un Hermano de La Salle, misionero en Argentina.

Antes de presentar la egregia figura de Máximo, gran misionero desojano, es honrado decir que no disponemos de sus “Memorias” Fue una pena que no se decidiera a escribirlas porque era un divo de la literatura, poseedor de una chispa y un gracejo insuperables.

 Escribió, eso sí, un sinnúmero de cartas a todos sus familiares y amigos, que se leían en familia con verdadera pasión, un gozo. De ellas, de los recuerdos de su hermana Socorro y de sus amigos y Hermanos, de los periódicos encuentros en sus visitas a España y de los testimonios enviados desde Argentina a su muerte hemos entretejido estos rasgos de su persona y vida.

A.- Primera etapa de su vida

Nace en Desojo el 29 de mayo de 1907 y es bautizado con el nombre de Máximo. Su niñez transcurre felizmente en Desojo. Es un niño despierto, superactivo, cariñoso, ocurrente y un poco atrevido, que se gana la simpatía de cuantos le rodean. Estas características se acentuarán con fuerza en su vida adulta. Desde su infancia siempre se destacó por el amor y el respeto que profesaba a sus padres Gervasia y Félix, su cordialidad con todos, su fino sentido del humor, y sus ganas de vivir. A pesar de las escasas visitas hechas a Desojo desde Argentina, muchos de sus vecinos conservaban un recuerdo imborrable de su rica personalidad, desbordante de cordialidad y alegría.

Tras el ingreso de sus hermanos mayores, Servando y Blas, en el Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas él sintió también una fuerte llamada de Dios a seguirle tras las huellas de sus hermanos. Deseaba intensamente ser Hermano de La Salle. Guiado por ellos y con el beneplácito de sus padres ingresó en 1919, con 12 años recién cumplidos, en el Aspirantado de Irún. Entre sus seres queridos dejaba en la casa familiar de Desojo, a punto de cumplir 6 años, a su hermana pequeña, Socorro, con la que siempre tuvo una especial relación de mutuo afecto.

En 1921, tras 2 años de estancia en Irún le enviaron a Lembecq-lez-Hal (Bélgica) para continuar su formación, en francés, en la Casa Madre del Instituto Lasaliano. (Él con su gracejo solía decir que allí enviaban a los chicos “sobresalientes”).Lo cierto es que los adolescentes llegados aquí de toda Europa, y algunos incluso de América, debían estar abiertos al acabar su formación a la invitación para ser misioneros en los países más necesitados del planeta. Aquí Máximo, apodado como “le petit espagnol”, se dejó iniciar, formar y conducir en su vocación misionera. Fueron años duros. Él, tan enganchado a su familia, tan amante de su pueblo, echaba en falta el calor del hogar. Además este navarrico, un poco rudo de formas pero dotado de gran corazón y de un espíritu libre, sincero, inteligente y espontáneo tuvo que superar algunas incomprensiones y desplantes… pero dado su carácter luchador salió muy fortalecido en su vocación, en su autoestima y en sus convicciones religiosas.

El 6 de octubre de 1924 tomó el hábito de los Hermanos, y tras un año de Noviciado pronunció sus primeros votos.

Su periodo de formación se culminó en Talance (Francia) con dos años de estudios específicos que le prepararon a ejercer su misión de Hermano internacional en el campo de la educación cristiana de los jóvenes.

B.- Misionero en Argentina.

Con 20 años y acabado su periodo de formación los Superiores le orientan hacia Argentina. Máximo en plena forma física y espiritual acepta con alegría este destino y se hace a la mar acariciando el comienzo de su ideal misionero. Se embarca en Barcelona en el “Reina Victoria” con destino a Buenos Aires, a donde llega a comienzos de 1927.

Su amigo y Hno. Visitador de Argentina en 1998, Genaro Sáenz de Santamaría, natural de Santa Cruz de Campezo, escribe de él: “Máximo se encariña desde el comienzo con la tierra argentina, más específicamente con la provincia de Córdoba, en la que plantó su tienda de por vida para dedicarse en cuerpo y alma a la evangelización de los jóvenes del interior argentino. No le gustaba mucho Buenos Aires. Rehuía su estilo fanfarrón, avasallador. Claro que tampoco le agradaba la falsedad en los cordobeses de la capital… apreciaba la delicadeza, la simplicidad, la fidelidad y la honestidad de la gente de tierra adentro, del mundo agrícola, de ese mundillo emparentado con Desojo, su pueblo natal. Siempre se sintió en su salsa educando y compartiendo su vida con la gente humilde y sencilla”.

Su primer destino fue el colegio San José de Villa del Rosario, en donde se inició en la docencia con los párvulos y fue ascendiendo en la enseñanza hasta los últimos años del curso secundario. Con los adolescentes se encontraba más cómodo que con los niños del jardín de infantes. Y decidió dedicarse a ellos. Se ganó su corazón por su bondad, su cercanía, su espontaneidad, su autoridad y a la vez su alegría y gran sentido del humor. Al acabar su etapa colegial sus alumnos le recordarán con gratitud y cariño como “el gallego” (así denominan por esas tierras a los españoles, pero en Máximo tenía un cariz afectivo especial, un gallego con acento cordobés…, le decían.)

En 1938 fue uno de los fundadores del Colegio La Salle de Argüello; era como una especie de prolongación del Colegio San José. Aquí permaneció hasta 1991, 52 años (se dice pronto), con dos paréntesis cortos: uno de dos años 1947 y 48 en Rosario y otro de año y medio en España (1973-74) Era un colegio grande de nueva construcción, con internado, cercano a la capital, Córdoba, que acogía a alumnos de esta provincia y de las vecinas.

Un cohermano suyo del colegio dice de él: “El Hermano Leopoldo (así era conocido Máximo en Argüello) era un excelente profesor, impartía sus clases de matemáticas y francés con singular competencia y maestría, exigiendo a sus alumnos desde un clima de cercanía y confianza su atención y cooperación”. Estaba siempre al quite de los alumnos con problemas sociales y de aprendizaje para echarles una mano, sobre todo si eran internos. Su carácter alegre y sencillo y su gran memoria le permitían acercarse con naturalidad y gran simpatía a los padres y familiares. Era para todos el hermano de referencia en el colegio de Argüello, el centro en las asambleas y fiestas con ex-alumnos y familias de tres generaciones. Y esto no es algo que me invento y que suena bien… Yo, su sobrino Félix Labeaga, tuve la suerte de ser invitado por mi tío Máximo a pasar 15 días por Argentina en septiembre de 1983. Coincidí en una de estas reuniones anuales de ex - alumnos y quedé realmente asombrado; experimenté un subidón de orgullo familiar al constatar su enorme popularidad y el nivel de cariño y aprecio hacia su persona. Todos los que pasaban por Argüello me transmitían sorprendidos esto mismo: él era la figura carismática del colegio La Salle de Córdoba. Y esto lo logró con años de trabajo, de dedicación sin medida a sus alumnos, a sus hermanos de profesión y a las familias. Ángel Stang, alumno suyo que ingresó como Hno. de La Salle al acabar sus estudios secundarios en Argüello, resumía la vida de Máximo con estas palabras: “Trabajó en SU Colegio de Argüello durante 52 años con una fe, celo y eficacia formidables, tratando de hacer crecer a Cristo en el alma de miles de cordobeses, santiagueños, tucumanos, riojanos, salteños,sanjuaninos, jujeños… con quienes convivió día y noche por meses y meses, por años y años”

Sus hermanos decían que además de excelente profesor y cariñoso guía de jóvenes amaba como ninguno “su Colegio” de Argüello. Sin embargo, en 1973, a sus 66 años, pidió radicarse en España, proyectando, a escondidas, una jubilación más cerca de su familia a la que tanto quería. Los Hermanos de Argüello le permitieron viajar a España pensando que era un viaje familiar más… Pero Máximo se lo tomó en serio y pidió integrarse al Distrito de Bilbao. Su sobrino Félix había sido nombrado recientemente director del Colegio La Salle Gran Vía de Zaragoza y pareció un lugar adecuado para su adaptación aquí. Pero la cosa resultó imposible, los fuertes reclamos desde Argentina, que le llamaban “gallego traidor” por haber desaparecido sin avisar y sin dar posibilidades para su retención, que en verdad le echaban mucho de menos, sumados a las enormes dificultades de integración en la docencia española, precipitaron su vuelta. Al acabar el único curso que aguantó aquí ya tenía en mano el pasaje de avión, sacado con mucha antelación por su hinchada argentina. Un buen día, que todavía recuerdo, nos llamó a los dos directores de Comunidad y de Centro para decirnos que había tomado la decisión, difícil pero inquebrantable, de regresar a su patria Argentina de por vida, que se tomaría un tiempo para despedirse tranquilamente de sus familiares y amigos españoles y que nos evitáramos cualquier comentario o consejo para quedarse en España. Tenía ya en sus manos el pasaje de vuelta. Y voló de nuevo hacia su querida Argentina. Fue recibido por todos con enorme alegría y en el curso 74-75 volvió a coger con garbo su puntero para impartir sus animadas clases de matemáticas y acompañar tardes y noches a sus muchachos como si nada hubiera pasado..

Pero su decisión de no regresar más a España fue incumplida. El Papa San Juan Pablo II, el 29 de Abril de 1990, beatificó en Roma a los ocho Hermanos mártires de La Salle que integraban la comunidad al servicio de la escuela de Turón (Asturias), fusilados en 1934 por las milicias populares por no renunciar a su carácter cristiano. Entre ellos se encontraba el Hno. Héctor Valdivielso Sáez, argentino, con el que Máximo tuvo la suerte de vivir algunos años de adolescencia en Lembecq. Ésta era una razón poderosa para incluir a Máximo en la Representación argentina en Roma para la beatificación del que había sido su hermano y amigo. Y con mucha lógica los Superiores le prepararon, dentro de la gira, una última visita, esta vez sí, por Desojo y aledaños para abrazar a toda la familia. Máximo, que ponía como excusa sus 83 años, aceptó emocionado este viaje que resultó entrañable para todos, con el adiós definitivo a su terruño desojano, del que siempre se sintió orgulloso. Recordamos que nueve años más tarde el mismo Papa, S. Juan Pablo II, canonizaba a los beatos Hermanos de Turón en Roma. El Hno. Héctor Valdivielso, su amigo y compañero de estudios se convertiría así en el primer santo argentino de la historia, ahora con el nombre adoptado al ingresar en La Salle: San Benito de Jesús. Pero Máximo no conoció esto aquí abajo.

En 1991 acaba su tarea profesional en el colegio de Argüello. Tiene 84 años y se siente un poco cansado y enfermo; no ha conocido la jubilación. En sus últimos años en Argüello ha seguido como profesor de francés, como vigilante en los patios y aulas y acompañante en el internado por las noches. Para apartarlo ya de la escena docente los superiores le destinan al Noviciado, situado en la Villa Warcalde, a pocos kilómetros del colegio. Aquí durante tres años da francés a los novicios y les acompaña en sus tareas formativas con su ejemplo vital y su trato siempre alegre y cordial. A menudo se da una vuelta por el colegio de su vida para cubrir ausencias a clase y animar las celebraciones religiosas y profanas.

Encandila a los novicios que adivinan en él a un religioso fiel a Dios, lleno de humanidad, de sabiduría y de humor del bueno. En ésta su última etapa de maestro, rodeado de jóvenes veinteañeros que aspiran a ser Hermanos, Máximo se siente feliz, escuchándolos, contando sus experiencias con su inimitable y malhablado gracejo,acompañándolos en las tareas manuales de limpieza, planchado y cocina, orando mucho, entregándose a la lectura, su gran pasión, y sufriendo ya un poco a causa de sus dolores corporales y limitaciones físicas. Su enorme cultura en todas las áreas se forjó a lo largo de su vida con la lectura. Lector empedernido, era una delicia oírle hablar y sobre todo leer sus cartas y escritos. En las fiestas de cumpleaños durante su corta estancia los novicios “tiraban la casa por la ventana”; no sabían cómo mostrar su cariño y admiración a su abuelo Leopoldo…

El 29 de mayo de 1992 Máximo cumplía 85 años. Todas las fuerzas vivas de La Salle: hermanos, profesores, ex alumnos, alumnos y padres se reunieron espontáneamente en Argüello para rendir un merecido homenaje al Hno. Leopoldo Alecha y expresarle su enorme gratitud con la eucaristía, presidida por ex alumnos suyos, con un brillante acto académico en el que Máximo puso su broche de oro con la sabiduría y espontaneidad que le distinguían, y con el banquete y coloquios finales. En una de sus cartas el tío Máximo hacía mención de su 85 cumpleaños con estas palabras: “De Roma recibí carta del Hno. Alpago. De Argentina de todas las comunidades. Del colegio un gran homenaje con misa y banquete. El sacerdote, exalumno, mencionó al Espíritu Santo (era domingo de Pentecostés) y a la par al Hno. Leopoldo. ¡Que Dios le perdone la blasfemia! En el banquete discursos, cantos y … también mis palabras todas muy serias… Con todo lo que te cuento me dirás: “¡estarás hinchado tío! Ca, todo lo contrario estoy preocupado por algo que de adentro me dice: “es tu último cumpleaños” Tanto berrinche ¿para qué? En realidad yo atribuyo los festejos a que era un aniversario redondo: eran 85 y no 84. Vinieron un centenar de alumnos viejos. Fui muy regalado estos días: entre botellas, bombones, caramelos, libros y ropa fina, tengo para que se me aumente la diabetes y no morirme de frío en este crudo invierno…”

La estancia de Máximo rodeado de las jóvenes promesas de La Salle en Villa Warkalde no duró siquiera tres años. Sus fuertes cólicos urinarios le condenaron en cama, pidiendo a voces una atención especializada y completa. Así nos cuenta un amigo su traslado a la Residencia de Hermanos Ancianos de González Catán:

“Su problema urinario le hizo pasar días muy difíciles. Bendito sea Dios que con el buen tratamiento médico se consiguió que pasara el dolor y volvieran horas de tranquilidad. Fue entonces que logramos el pleno asentimiento de Leopoldo para trasladarlo a nuestra Residencia González Catán.

Su despedida de los novicios merecería estar registrada en un vídeo. Es que Leopoldo sabía hacerse querer por todos.

En el aeropuerto antes de partir de su querida Córdoba manifestó que estaba dispuesto a la operación de próstata a la que en su momento se negó”.

El 26 de Julio de 1994 realiza su traslado entre Villa Warcalde y González Catán, su última morada aquí abajo. Es el propio Máximo que en una carta fechada un mes después, el 14 de agosto de 1994, nos relata con detalle este viaje y sus primeros impresiones de la nueva residencia:

“Resolvieron con acierto enviarme a la Residencia de Hermanos enfermos. En silla de ruedas me subieron al avión; en silla de ruedas me bajaron del avión. Mi amigo el Hno. Serafín (con familia en Santa Cruz de Campezo) me esperaba y en auto me llevaron al destino. Aquí estoy pues desde el 26 de julio, a más de 700 km de Córdoba. Propiedad hermosa, toda llana, sin sierras como en Córdoba. Clima húmedo, todo verde cuando en Córdoba todo está seco en invierno. En lo que va de tiempo me siento muy mejorado. Tengo como director un hombre gordo algo vizco pero lleno de simpatía y santidad. Me atiende como a un chiquillo dándome de comer aquello que me conviene y alejándome de las tentaciones de lo prohibido: dulces, vinos y licores espirituosos. Pues de todo lo demás como abundante…no sé si ese apetito insaciable es buen signo o es ilusión de vivir. La enfermera viene todos los días; me extraña que mi peso no aumente con lo que como…

¿A qué dedico las largas horas del día? A rezar, sigo todos los ejercicios comunitarios, prolongo mis visitas al Santísimo. Hago muchos actos de contrición. Me acerco más a Cristo y por Él al Padre con la ayuda de Santo Espíritu. Imitando a San Jerónimo le digo a Dios que haga alguna rebajita para mi “quia navarrum sum” Los navarros necesitamos algo de rebaja porque a pesar de lo buenos que somos, oigo por ahí que “semos brutos, muy brutos y … los de Tudela” (eso que se lo digan a su abuela…)

Añade en este primera epístola suya desde la Residencia de Mayores La Salle “que además de rezar también leo mucho, pero cosas livianas y agradables. No me gusta la T.V. Más que leer diarios empleo el día en leer y leer vidas de santos, de esos santos que hicieron cosas extraordinarias como San Martín de Porres…”

He querido traer aquí este largo párrafo de su carta porque nos proporciona una rápida y precisa pincelada de nuestro personaje en estos cuatro últimos años de vida. Máximo se prepara a morir como ha vivido. Mantiene hasta el último suspiro un vivo interés por sus seres queridos, su familia chica, sus Hermanos de La Salle, su gran familia de exalumnos de Argüello, sus amigos… Escribe muchas cartas a todos y le encanta que le escriban. El número de sus corresponsales es ingente… los más asiduos de la familia, su hermana Socorro, su sobrino Félix, el Hno. Jaime Álvarez… y en la última etapa, su jovencísima sobrina-nieta, Leire Trigueros, que en esas fechas cursaba Derecho y emprendía sus prácticas en México. A través de sus fantásticas cartas podíamos seguir su estado de salud y su ánimo. Mantuvo hasta el final su mente de privilegio. Escribir y leer le exigían un enorme esfuerzo pero Máximo sentía auténtica pasión por ellas y por las amplias relaciones humanas que no quiso perder hasta su muerte en 1998. Tenemos cartas suyas con pulso firme y letra vigorosa y bonita hasta algunos meses antes de fallecer.

En estos cuatro años de Residencia su salud atravesó frecuentes crisis. Ya en sus primeras Navidades contesta a las cartas recibidas y nos refleja un panorama de salud que matiza el anterior: “Estoy contestando poco a poco a tantas cartas navideñas llegadas de muchas partes. Hoy (?) te toca a ti. No sé cuando terminaré de decirte cosas… Te seré franco: ¡No estoy bien! Leo un rato y se me nubla toda la vista. Escribo y al rato lo mismo se me nubla todo. Un ojo ya no ve. El otro ve bien pero al cabo de un rato de leer y de escribir todo se oscurece, se diluye y no puedo seguir. Además si me levanto y quiero caminar titubeo y temo caerme a cada paso. ¿Qué será? ¿diabetes? ¿glucosa? ¿colesterol? ¡No entiendo res!... No quiero aburrirte más. Sea lo que Dios quiera y cuando Dios diga”

En su Residencia de Hermanos Mayores con muchas limitaciones físicas pero con ánimo luchador transcurre el día a día de Máximo dedicado al descanso, a la oración, a la lectura, a sus paseos por la “finca encantada, entre flores, el zumbido de abejas y el melifluo canto de aves canoras”, al diálogo frecuente y siempre chispeante con sus Hnos. del hogar y sus múltiples visitas, y a la correspondencia epistolar que es su actividad favorita y en la que brilla con luz propia. Le cuesta un montón, a veces escribe sus largas cartas en cuatro tiempos, pero eso le mantiene vivo y en contacto con los seres que ama, de los que reclama todos los detalles de sus vidas y milagros. En esto es único. Su memoria y sus afectos permanecen intactos casi hasta su muerte.

Uno de los últimos acontecimientos que menciona en sus cartas es la celebración de su 90 cumpleaños, el 29 de mayo de 1997. En esta fecha solemne, su Comunidad y el Distrito de los Hermanos de Argentina quisieron tributarle un homenaje especial como reconocimiento a su larga y eficaz labor cultural, humana y evangélica. Asistieron al acto, el Hno. Visitador Genaro y todos los Hermanos de las Comunidades vecinas. Recibió también visitas de sus amigos de Córdoba y numerosas tarjetas de felicitación y otros mensajes. Una de las tarjetas llegadas desde Argüello nos da un poco el sentido de este homenje: “Los que han vivido junto a ti, sabemos la fuente de que mana tu franqueza: un corazón en que reina Cristo con una fe más dura que la roca… y esperamos ser fieles como tú a nuestra bandera: hacer que Cristo siga iluminando las paredes humildes de la escuela”.

III.- Muerte de Máximo y su huella misionera.

Esta es la nota que envió a su sobrino Félix, y a través de él a su familia en España, el Hno. Genaro, Visitador de Argentina: “Desde que celebró sus 90 años, MAXIMO se fue deteriorando poco a poco. Últimamente ya no le apetecía comer. Perdía progresivamente la memoria y eso lo mortificaba bastante. Con frecuencia manifestaba sentirse un inútil. MAXIMO ha sido una persona de mucha actividad. Poco a poco su corazón comenzó a flaquear. Durante los 10 últimos días pasaba largos ratos sin conocimiento. Pero se espabilaba cuando llegaban los Hermanos. Éstos y el capellán de la Residencia lo visitaban regularmente, le llevaban la Comunión y se entretenían con él. Porque MAXIMO conservó hasta el final su espíritu alegre y dicharachero.

El 1 de julio recibió el sacramento de la Unción de los Enfermos. Los días posteriores se fue apagando lentamente hasta dormirse en el Señor a las 7:00 del 9 de julio de 1998. En Mayo había cumplido sus 91 años. Por feliz coincidencia es el día en que los argentinos celebran la Fiesta Patria (reconocimiento de la Independencia el 9 de julio de 1816) Como tú bien sabes, si bien MÁXIMO conservó sus fuertes raíces navarras y de Desojo, si bien mantuvo una comunicación fluida y profunda con la familia, si bien se sentía Español y lo proclamaba, no es menos cierto que se encarnó en la sensibilidad y en la mentalidad de los jóvenes de estas tierras argentinas. MÁXIMO amó profundamente a los Jóvenes. Por ellos dio su vida, ya que en ellos descubrió la llamada que le hacía el Señor a consagrar su existencia como Hermano universal”

El día siguiente, 10/07, se celebró la misa de cuerpo presente en la Residencia y luego se llevó el féretro al panteón de la Escuela La Salle de la Fundación Armstrong en la misma ciudad de González Catán.

Máximo deja una huella profunda en la amplia región argentina de Córdoba y provincias circundantes. Todos los medios (Diario de Córdoba en dos ocasiones, Radio Universidad, L.V.3 varias veces, TV canal 8 y 10…) se hacen eco de su fallecimiento. Sus numerosos exalumnos y amigos al enterarse de su muerte se sienten sacudidos fuertemente en su mente y corazón y acuden a darle su último adiós.

El funeral central se celebró en SU colegio de Argüello el 11 de julio, sábado, a las 19:30 hs. Ya desde el 9, día de su muerte, se había instalado en el hall del colegio un pequeño Velatorio Simbólico con un gran cuadro-foto de Máximo rodeado de plantas, ramos de flores, cirio pascual, reflectores… Representaba la Pascua del Hno. Leopoldo. Para la Santa Misa la capilla estaba repleta de exalumnos, amigos, familias, Hermanos y Novicios. Concelebraron dos sacerdotes y un seminarista exalumnos, en un ambiente de luz y de cantos de alabanza al Señor por la vida entregada y la persona amiga de Máximo. Copio las palabras de un amigo y hermano suyo con motivo de esta despedida entrañable: “Al final de la Eucaristía el ilustre exalumno Dr. CARLOS REZZONICO – exalumno del Hno. Leopoldo y personalidad relevante en Argentina – pronunció una brillante y profunda alocución referida al querido Hermano, que nos hizo ver lo que un auténtico educador puede dejar para siempre en el alma de un adolescente o joven. Hubo un aplauso espontáneo y largo de todos. Y antes de dejar la capilla, un grupo de exalumnos y Hermanos cantamos con fervor el HIMNO al COLEGIO: “Vivo raudal de ciencia y virtud”

La gente que tanto amó al Hno. Leopoldo se fue serena y contenta. A la noche, antes de acostarme, le di gracias a Dios por su bondad y por todo lo que vi y viví en este día imborrable para mí”

Y no puedo menos que poner el punto final a esta semblanza de Máximo con un extracto de esa alocución del Dr. REZZONICO, pronunciada en la celebración de su adiós. Para mi gusto es un flash acertadísimo de la vida, misión y personalidad de Máximo :

“Hermano Leopoldo, joven aún llegasteis a nuestra Patria, impulsado por una ardiente vocación lasallana y nos trajisteis, junto a ella, las virtudes de la sangre hispana. Habéis sido espontáneo con nosotros; fue siempre vuestra palabra franca y directa, límpida y transparente, pero a la vez paternal y cálida. Supisteis transmitir vuestras enseñanzas con una magistral pedagogía, no quedaban dudas después de vuestras lecciones de matemáticas o geometría o francés. Vuestros egresados se lucían en los cursos universitarios por los conocimientos adquiridos en vuestras clases. Sin embargo, llegasteis más profundamente a nosotros no por ello sino porque os hicisteis presente por vuestro fuego interior y vuestra alegre compañía. Nos enseñasteis, como Teresa de Jesús, que un santo es alegre, que la pureza ilumina y que hace cantar las glorias del Señor, como lo hacíais en nuestra capilla dirigiéndonos en el coro, con las ejecuciones de nuestro condiscípulo Coppa en el órgano.

Por largos años brindasteis vuestra acogida a los exalumnos que acudían al colegio, encontrándoos siempre dispuesto a ofrecer una palabra de aliento y confianza. Como anécdota viene a mi memoria una carta de Navidad que me envió, escrita en elegante francés, en la que me decía recordando sus años en Lembecq, “Je vous écrie en français pour en pas oublier cette belle langue de ma adolescence et aussi langue officielle de la Congregation”

El Hno. Leopoldo fue así grande en lo sencillo y lo espontáneo, con gran disponibilidad y obediencia para estar donde se lo necesitaba. Las generaciones de alumnos lasallanos y sus Hermanos de la Congregación lo recordarán siempre por esa vida de generosa entrega que, como dice el Apóstol Pablo, merece la corona que nunca se marchita. Que allá, junto al Padre, goce de la visión luminosa de su rostro en el eterno descanso. "AMEN".