Misioneros familia ALECHA RUBIO (3ª parte de 4). Blas

III.- BLAS ALECHA RUBIO

Un Hermano de La Salle de alma grande, generosa y sencilla.

Algunos datos de su vida.

Nace en Desojo el día 2 de febrero de 1900, fiesta de San Blas, patrono-abogado de los males de garganta; éste es el nombre elegido para este 5º vástago de la familia Alecha-Rubio, al recibir el bautismo el día 3, de manos de D. Valentín. Ciertamente un nombre muy apropiado para el Hno. Blas que habría de ser en todo momento abogado de causas imposibles y de las personas carentes de amor, de alegría, de cultura y de alimentos, tanto niños como adultos.

Blas creció en Desojo como un niño piadoso, responsable y trabajador. Era monaguillo cuando el año 1913 se acercó por Desojo un Hermano de La Salle de nombre Gregorio que ejercía su misión en el colegio Montemolín de Zaragoza. Se dirigió al párroco del pueblo preguntando por chicos dispuestos a ingresar en el seminario de los Hermanos. El párroco lo dirigió a la casa de los Alecha, recomendándole que entrevistara a Blas. Esa mañana Blas se encontraba en el campo ayudando a su padre. Así que su madre mandó el recado de que volviera a casa en seguida para un asunto urgente. Cuenta Blas que el H. Gregorio le hizo un examen amplísimo, sobre todo de religión. Intuyendo perspicazmente la gran vocación de este muchacho, decidió su rápido ingreso en el seminario de La Salle, con el plácet de sus padres. Ese día se encontraba en cama su hermano mayor Servando, aquejado de fuerte dolor de muelas. El Hno. Gregorio se interesó también vivamente por él y propuso el ingreso de los dos. Servando, el hermano mayor, ingresaría el primero, en el noviciado de Bujedo (Burgos), y una semana después Blas, en el de Mollerusa (Tarragona) Eran dos adolescentes de 13 y 16 años.

Blas tuvo problemas en Mollerusa y antes de un año se decidió el regreso a su casa por causa de unas fuertes jaquecas que le impedían centrarse en los estudios. Desaparecidos los dolores volvió de nuevo a Mollerusa pero muy pronto y por el mismo motivo se vio de nuevo en Desojo, con escasas esperanzas de regresar. Pero Blas, con voluntad decidida de convertirse en un Hermano de La Salle, no tiró la toalla. Después de unos meses decidió escribir a su hermano Servando para que le facilitara su ingreso en Bujedo. Y lo consiguió, aceptando la condición de ser destinado a servicios manuales dentro de la Comunidad, ya que a su edad la falta de una suficiente formación académica, motivada por sus jaquecas, le impedía de momento dedicarse a la tarea educativa en las escuelas. Es sorprendente esta gran vocación que le mueve a derribar cualquier obstáculo puesto en su camino y ser fiel a la llamada de Dios.

La historia posterior de Blas resulta realmente ejemplar: por su decisión, por su férrea voluntad, por su entrega al trabajo, por sus grandes capacidades en todas las áreas humanísticas, científicas y técnicas, y sobre todo por la gran bondad de su corazón. A falta de un periodo de estudios normalizado en su juventud, se hizo autodidacta. Nada se resistió a su gran talento. Tras sus primeros años de cocinero, zapatero y servidor de sus hermanos, consiguió con recia voluntad y paso a paso hacerse un experto en todas las áreas. Profesor competente y cercano en las aulas, gran director de las escuelas más humildes de La Salle del Distrito de Bilbao, organista, músico y director de coros de niños, relojero, mecánico, electricista… y por encima de todas estas especialidades puestas al servicio de la gente, los que le trataron lo destacan como una persona llena de humanidad, generosidad y bondad, prodigando sus atenciones a todos, pequeños y grandes. Alguna vez, tras su muerte, hasta pensamos qué hacer para tramitar en Roma su subida a los altares como testigo de santidad tan cercano a nosotros…

 

B.- Misionero en Argentina.

Esta gran transformación en la vida de Blas se orquestó en el periodo de tres años intensos de servicio misionero en Argentina.

En 1921 era cocinero en la comunidad de Beasain y le tocaba alistarse para cumplir el servicio militar obligatorio. En aquellos años los militares permitían a los jóvenes religiosos cumplir su servicio militar español con un servicio misionero en algún país de América latina o África que tuviera establecimientos de la misma Congregación Religiosa. Así las cosas, Blas se presentó en la Caja de Reclutas de Tafalla y el jefe militar del puesto, de forma muy amable, le animó a realizar tres años de servicio misionero en Argentina en sustitución de la mili de aquí, y le arregló de inmediato la documentación.

En Barcelona cogió el barco hacia la República Argentina en compañía de otros seis hermanos de La Salle Según nos contaba Blas más adelante, todo resultó muy bien y el viaje fue maravilloso.

En Buenos Aires les esperaba el Hno. Visitador de Argentina que había cursado la solicitud a España de estos jóvenes Hermanos. Pasaron el primer mes en el noviciado con la idea – según les comentó - “de recuperar el debilitamiento espiritual sufrido en tantos días alegres de navegación entre Barcelona y Buenos Aires”.

A Blas lo destinaron inicialmente al colegio Carmen Arriola de Marín. Sólo permaneció un mes en esta su segunda residencia argentina pero la impresión inicial fuerte que recibió de Argentina fue el cariñoso trato de los Hermanos y de la gente. Nos dice Blas en sus memorias que “el Hno. director Juan Luis se deshizo en atenciones conmigo” Comenzó a sentirse muy libre y a entregarse al trabajo con espíritu alegre y decidido. Así que no puso la menor dificultad en aceptar un tercer destino que le pedía el Hermano Visitador y que se acoplaba mejor a su formación y sus características. Este destino definitivo de sus tres años en Argentina fue la “Escuela San José” de la ciudad de Paraná, capital de la provincia de Entre Ríos. Era una Escuela muy pequeña, gratuita, de sólo tres aulas, que acogía a hijos de trabajadores humildes. Cabe destacar que éste fue siempre el grupo humano preferido por Blas en el desarrollo de su misión como maestro cristiano. Se sintió tan a gusto en su tarea que se olvidó hasta de legarnos una sencilla crónica de estos tres años de misión en Argentina.

Venturosamente su hermano Máximo, que llegó unos años después como misionero al país, llena en parte esa laguna, con unas líneas cortas, pero muy ricas que consiguió recoger de los Hermanos que convivieron con Blas:

“El Hno. Director de Paraná se llamaba Lucas, de nacionalidad francesa; quien sin ninguna ceremonia ni examen previo, le encargó de la segunda clase, con gran sorpresa de Blas, quien creía no servir más que para la cocina. Yo – añadió el Director – “le ayudaré y le enseñaré” Y así fue. En los tiempos libres, en las fiestas y vacaciones… Blas se entregó al estudio bajo la dirección de este extraordinario maestro francés, muy versado en matemáticas, álgebra, geometría, trigonometría, dibujo técnico… Así adquirió amplios conocimientos de estas materias. Se hizo práctico en dibujo artístico y lineal. Adquirió verdadero gusto por el arte (música y pintura). No llegó a ser un Dalí, pero se hizo merecedor de un premio a su constancia y tesón. Todavía se conservan en nuestra casa de Desojo, retratos de nuestra querida madre Gervasia, cuadros, paisajes, animales, etc., realizados por Blas en Argentina. Él puso su corazón, su inteligencia y sus destrezas al servicio de los niños de esta humilde escuela y de sus Hermanos de Comunidad. El Hno. Director quería y apreciaba mucho a nuestro hermano, así como éste a su Director” Blas realizó un trabajo de gigante en sus años argentinos.

En el año 1925, Blas regresó a España. Dejó un recuerdo imborrable en los niños de ese barrio pobre y en los dos Hermanos de la humilde escuela argentina, por su entrega incondicional, su espíritu creativo, su cercanía a todos y su gran bondad. ¡Qué bellos recuerdos conservaba también él de San José de Paraná! Pero dadas las condiciones

establecidas por los Provinciales de España y Argentina debía regresar, una vez cumplida su misión de 3 años.

 

C.- Un rápido flash de la misión realizada por Blas en España de 1925 a 1988.

1925 fue un año importante en la vida de Blas. Ha vuelto de Argentina y pasa el verano en Mauleón (Francia) Aquí realiza un retiro espiritual de 30 días que le prepara para tomar una decisión transcendental: unirse de por vida a los Hermanos de las Escuelas Cristianas para trabajar con ellos en la educación cristiana de los niños, sobre todo de los pobres, en cualquier empleo y en cualquier lugar al que sea destinado por los Superiores de la Congregación. Esto en La Salle lo llamamos hacer ante Dios y en presencia de sus representantes la “profesión perpetua” Al final de su retiro, Blas la pronuncia en un acto solemne. Con plena conciencia, con la misma decisión de sus años juveniles por seguir su vocación a pesar de enfermedades y contratiempos, con la experiencia de sus cinco años de servicio como cocinero de los Hermanos y como maestro entregado a sus alumnos de la humilde escuela argentina, con el esfuerzo personal gigante que ha realizado para formarse y ser instrumento útil en manos de Dios, se siente con fuerzas y libre para esta consagración definitiva. Blas decide seguir siendo misionero en España, en tiempos muy difíciles, y entre los niños más pobres y necesitados de cultura y educación, llevando a sus mentes y corazones el Evangelio de Jesús.

Aquí empieza la etapa central de su vida que se desarrolla en las escuelas de La Salle de la región que se ha ido llamando Distrito de Bilbao, y que comprende los territorios de Zaragoza, La Rioja, País Vasco y Navarra. España vive momentos oscuros y difíciles. No sabemos si a solicitud propia (lo más probable) o por interés de sus superiores en mando, pero lo cierto es que Blas desempeñó su misión en las escuelas más humildes y populares de la región. Pudo vanagloriarse de que su vida, según el corazón de su padre fundador San Juan Bautista de La Salle, se consumió entre alumnos-hijos de las clases populares y trabajadoras. Y ello con enorme gozo y alegría por su parte. Como prueba fehaciente traigo aquí los Centros Escolares Populares animados por Blas, como director, con la fecha de su nombramiento :

- Escuela de Torrero (Zaragoza) - 1929

- Nieva de Cameros (La Rioja) - 1935

- “Los Buenos Amigos” (Irún) - 1939

- “Patronato de Iturribide” (Bilbao) - 1949

- “El Buen Pastor” (Legazpia) - 1952

- “Reformatorio de Olaz-txipi” (Huarte-Pamplona) – 1966

Las fechas nos sugieren dificultades sobreañadidas que cayeron sobre los hombros de Blas en el sostenimiento de estas escuelas en los duros tiempos que vivía el país. Ninguna de estas escuelas ha logrado mantenerse hasta nuestros días como centro de La Salle.

Además de la dirección de estas escuelas populares Blas desarrolló dos tareas muy en consonancia con su compromiso religioso dinámico y responsable:

- Primera: durante 15 años, y compaginándolo en casi todos ellos con el cargo de director de esas humildes escuelas, ejerció su misión de “Reclutador” de vocaciones por los pueblos, sobre todo de Navarra y La Rioja. Fiestas, puentes, fines de semana…se lanzaba por esos caminos de Dios en busca de niños y jóvenes que se sintieran llamados por La Salle o que estuvieran dispuestos a probarlo un tiempo… Su dinamismo, su capacidad de trabajo, su resistencia a las adversidades se puso a prueba aquí. Trenes, autobuses, stops… y su histórica motocicleta contribuyeron a la movilidad increíble de Blas por conseguir

seguidores de La Salle. Subía la moto al tren, en el origen del viaje, con lo que, en el destino, le permitía moverse ágilmente en distancias cortas, siempre que no se le averiara la moto, lo que ocurrió con más frecuencia de lo deseado. Los sayos de identificación que debían llevar en aquellos años los Hermanos añadían un poco de salsa a este guiso motorizado. Pero Blas lo soportaba todo con alegría; era feliz realizando su misión evangélica entre la gente humilde y sencilla de los pueblos; todas las puertas se le abrían para acogerle a cenar y dormir. Ni qué decir tiene que el pueblo de sus entretelas, y el que entraba en la mayor parte de sus proyectos peregrinos, era Desojo. Blas amaba sus raíces, se sentía orgulloso de su pueblo y de su familia, todo lo que llevaba el lábel de Desojo le encantaba. Su debilidad era pasar de vez en cuando por su casa y comer y charlar con los suyos. Sus sobrinos esperaban ansiosos sus visitas soñando en los paquetes de caramelos que salían siempre de sus bolsillos. Su gran bondad le hacía reconocer la bondad en todos sus paisanos. Ésta es la razón más convincente del elevado número de vocaciones lasalianas de este pueblo, causa de admiración para cuantos reparan en el dato. Y esto hay que pronunciarlo alto y claro en honor de Blas.

- Segunda: Es como el colofón de sus años de “reclutador de vocaciones”. Su celo vocacional no terminaba en la búsqueda de selectos candidatos para el “Aspirantado” Más importante aún era conservar a los que habían ingresado. Siempre tuvo un cariño especial a las casas de formación y con frecuencia se acercaba a interesarse por “los suyos” y por todos los aspirantes a Hermanos. Finalmente, en 1962, le piden que sea el director de los niños que ingresan con vocación para La Salle, en el recién creado “Aspirantado menor”, en San Asensio. Durante 3 cursos y pese a sus años se entrega paternalmente al cuidado y orientación de estas jóvenes promesas de entre 11 y 14 años. Hoy, ya Hermanos, le recuerdan con enorme cariño.

En 1965, cumplidos sus 65, los Superiores conceden a Blas un descanso en sus tareas directivas y misioneras, y le destinan a Zaragoza, su ciudad favorita, que le trae tan entrañables recuerdos de sus primeros años de vida apostólica y donde se encuentra con tantos amigos. Integra primero la comunidad del colegio La Salle Montemolín y luego pasa como animador y administrador de la Comunidad de Hermanos Jóvenes que estudian en la Universidad de Zaragoza. Aquí su espíritu bondadoso y dadivoso se desborda en atenciones a estos estudiantes, muchos de ellos “pescados con su caña” en los años de reclutador. Son años tranquilos que le conceden libertad para estrechar más los lazos con su gente de Desojo, a los que visita a menudo. Está claro que entre ellos se encuentra más fácilmente con su Dios.

A pesar de la distancia de Zaragoza-Desojo, en este último periodo las visitas a “su pueblo” se hicieron bastante frecuentes. A ello contribuyó sin duda una gran amistad con el señor Párroco, don Santiago Galdeano, que buscaba cualquier excusa para traer a Blas, conociendo su pasión por el pueblo y su familia. En este periodo se ganó el doble título de “Relojero Mayor” y “Organista Titular” En la torre de la iglesia se instaló, con el asesoramiento de Blas, un reloj automático conectado a las campanas. Ante cualquier desperfecto, el “Relojero Mayor” aparecía en Desojo y volvían a oírse las campanas con sonidos poderosos y bien timbrados

Blas intentó también restaurar y hacer funcionar el viejo y artístico órgano de la iglesia. Era un experto en el tema y había conseguido poner en funcionamiento otros en el País Vasco, pero el nivel de deterioro y la falta de piezas de recambio impidieron su puesta a punto y quedó como elemento decorativo; años después se retiró de la iglesia. En sustitución se contaba con un armonio que Blas se encargaba de revisar y afinar. En las grandes fiestas era requerida su presencia para solemnizar las Misas y Novenas con los acordes de este sencillo armonio.

Don Santiago le facilitaba los viajes hasta el extremo, para evitarle cualquier escrúpulo de conciencia en el asunto. El hermano Blas se sentía invitado a viajar a su pueblo para cumplir una misión muy importante, como organista. Y con gran sencillez se lo hacía saber a compañeros y Superiores al ausentarse. Todos veían con gran simpatía que el hermano Blas hiciese estas visitas apostólicas a su pueblo. Como contrapartida él era el propagandista número uno, que yo he conocido, de su pueblo y de sus raíces. Todo lo de Desojo le encantaba: sus productos, sus costumbres y sobre todo su gente sencilla y cordial.

Lamentablemente esta década feliz en Zaragoza duró exactamente 10 años. El día 3 de febrero de 1975, fiesta de San Blas, todos los Hermanos de la ciudad le dedicaron, con la mayor simpatía y afecto, una gran fiesta con motivo de sus Bodas de Diamante. Toda la familia estuvo ese día a su lado. Fue un digno colofón a su vida activa y dinámica. Blas arrastraba una seria enfermedad de columna, que intentó silenciar con su recia voluntad y capacidad de sufrimiento pero que para estas fechas le impedía hasta moverse. En el mes de julio de 1975 los hermanos creyeron conveniente trasladarlo a la enfermería La Salle-enea de Irún en busca de un tratamiento adecuado a su intenso dolor de piernas. Le realizaron dos operaciones, le desapareció el dolor pero el buen hermano Blas quedó inválido de ambas piernas, y debió resignarse a vivir en una silla de ruedas. Nada menos que 13 largos años iba a durar esta gran cruz de la inmovilidad. Un hombre que había rebosado vitalidad, energía, temperamento ardiente, actividad sin límites… quedaba reducido a un ser dependiente, sujeto a la ayuda de sus hermanos para sus necesidades vitales. A pesar de esta dura cruz, Blas siguió transmitiendo a cuantos le visitaban, que fueron muchos, su mensaje de bondad, de esperanza y de conformidad con la voluntad de Dios sobre él. La operación no le afectó a sus manos de artista polifacético y durante algunos años, hasta que la artrosis se lo permitió, cultivó su gran afición a la mecánica del reloj. Muchos le entregábamos nuestros relojes para que los revisara…

En estos años difíciles siguió contando con el calor y el cariño de sus hermanos de la comunidad de Irún y del distrito de Bilbao, de sus exalumnos, amigos y familiares. El día 2 de febrero de estos años se celebraba una gran fiesta de cumpleaños en La Salle-enea, a la que era invitada toda la familia de Blas. Era feliz rodeado de sus sobrinos con sus hijos pequeños a los que adoraba. Además todos los años, en el buen tiempo, un grupo de Hermanos de Irún con el director al frente, obsequiaban a Blas con una excursión a su casa de Desojo. Él, sentado en su carro de ruedas era introducido en la furgoneta y llevado en volandas al comedor de la casa y donde hiciera falta. Su hermana Socorro obsequiaba a Blas y a sus acompañantes con lo mejor de su casa. Todos se sentían de la familia. Blas lloraba agradecido y emocionado al volver a ver su casa, sus hermanos y sus amigos del pueblo que eran todos.

Blas murió en Irún el 9 de abril de 1988 y fue enterrado al día siguiente en el cementerio de La Estrella en San Asensio. Yo lo considero una de las personalidades más preclaras y significativas que ha dado Desojo a nuestra sociedad. Nos ha legado el testimonio de un hombre humilde y sencillo, de profunda religiosidad, trabajador incansable en favor de las causas del bien, lleno de generosidad y bondad, mensajero del Evangelio al lado de los más pobres, cercano a las personas y que amó a todos y fue querido por muchos. El espíritu de Blas sigue vivo entre nosotros.

Félix Labeaga Alecha