MISIONEROS en la familia ALECHA RUBIO - 1ª parte de 4
La llamada misionera en la familia ALECHA RUBIO
Hace un tiempo recibí de Hipólito Yániz, alma de esta inapreciable web desojana, una inesperada sugerencia: ¿Por qué no escribes algo sobre los misioneros de tu familia para bajarlo a la web?
De entrada el tema no me resulta fácil, pero está claro que a Hipólito, en su encomiable afán de hacer viva y cercana la historia de nuestro humilde pueblo, encarnada en sus gentes, no puedo negarle mi pequeño esfuerzo. Y sus sugerencias son órdenes para mí.
I.- A modo de INTRODUCCIÓN.
Lo que titulo “llama misionera” o vocación misionera no es algo que brota a la intemperie o en ambientes gélidos; surge más bien donde se da un caldo previo de cultivo, en nuestro caso nace en comunidades y familias profundamente religiosas y creyentes, sin miedo al mundo. Las familias de Desojo en el siglo XX lo eran, a su estilo pero lo eran de verdad.
Tenemos múltiples testimonios de la fe arraigada de sus gentes, de la práctica fervorosa de sus tradiciones religiosas, de su generosidad solidaria con los seres humanos más débiles. Importante protagonismo tuvieron en su formación religiosa dos párrocos de leyenda que sumaron juntos más de 50 años de trabajo apostólico en el pueblo. Me refiero a D. Valentín Fernández Ciordia primero, seguido por D. Ildefonso Nestares.
La acción de ambos, unida a la de excelentes y humildes maestros destinados al pueblo a lo largo de la primera mitad del siglo XX, influyeron sin duda en el arraigo y conservación de la fe y las tradiciones cristianas de sus fieles.
Recordemos, como hechos con alguna posibilidad de evaluación, que D. Valentín fundó la Cofradía de Nuestra Señora de Codés, con arraigo profundo en Desojo hasta nuestros días; organizó además las peregrinaciones anuales al santuario de San Gregorio Nacianceno y a la ermita de la Virgen de Villanueva, situados en los aledaños de la villa.
Pero de forma más personal y cotidiana, la rebosante vida cristiana del pueblo se manifestaba en la práctica fervorosa y comunitaria de los sacramentos y de las celebraciones litúrgicas, alimentadas por una catequesis entusiasta de D. Ildefonso. Si algún “pero” se le podría poner al trabajo apostólico de D. Ildefonso, por supuesto desde la óptica de hoy, es el énfasis desmesurado, manifestado desde el púlpito, en el santo temor de Dios, que castiga a los malos y premia a los buenos, dejando un poco en penumbra la misericordia y el amor sin medida de Dios Padre, a todos sus hijos, justos y pecadores.
Sin duda eran otros tiempos y otros valores dominantes. Pero es incuestionable que antes como ahora Dios vive en el corazón de los que le siguen con voluntad y humildad, dando frutos de fe, compromiso, responsabilidad y entrega a los otros. Esto aparece de forma un poco más explícita quizás en esas personas que denominamos misioneros y que fueron capaces de abandonar tierra y familia para ser instrumentos de Jesús en la evangelización de sus hermanos de allende los mares.
Este ambiente religioso y misionero se respiraba en todas las familias de Desojo. Pero por razones del guión yo me limito en esta ocasión a la familia Alecha Rubio. Al desempolvar algunos datos históricos encuentro una arraigada y viva fe cristiana en este matrimonio, mis abuelos maternos, así como en su prolífica descendencia. La fe fue el motor fundamental del desarrollo familiar, del mundo de sus relaciones y de todas las decisiones intra y extra familiares. El fruto concreto y testimonial de esa fe es que tres de sus hijos y un nieto se comprometieron con el mundo de las misiones. Para situarlos parece oportuno hacer un recorrido previo por los miembros de esta familia.
Allí por el año 1890, Félix Alecha, natural de Mendaza, casa a Desojo con la bella dama Gervasia Rubio. De este matrimonio hondamente cristiano, patriarcal, casi bíblico… nacen ONCE hijos, cuyos misteriosos destinos describiré en breves líneas, deteniéndome más adelante y de forma más amplia en los misioneros. Los 11 hijos llegaron al mundo en este orden:
o Pablo, el primogénito, que vivió sólo unos meses.
o Le sustituyó una preciosa chica de nombre María Socorro. A los 18 años decidió meterse monja y más tarde se ofreció para ir misionera a Cuba.
o Después vino la segunda hija, Máxima, a quien tocó cuidar de sus hermanos pequeños y ayudar a su madre en las tareas de la casa. De moza casó con Juan Ascarza, de Marañón y constructor de oficio. Al regresar de la guerra fue nombrado Juez de Paz de Aguilar de Codés. Al poco fue cobardemente asesinado por “un amigo” por no haber fallado a su favor en un asunto particular. Máxima en su viudedad ejerció como ama de llaves de varios párrocos de la diócesis de Calahorra, en particular de D. Isaías Barragán, párroco de San Asensio y más adelante arcipreste de Nájera. Como dato curioso cabe mencionar que en la compra, por parte de La Salle, de la hermosa finca “La Estrella”, en San Asensio, tuvo importante protagonismo la tía Máxima informando a su hermano Blas de la gran oportunidad para su adquisición. Sus últimos años los vivió en Desojo, acogida por la familia de su hermana pequeña Mª Socorro.
o El 4º hijo fue un varón de nombre Servando. Le cabe el honor de abrir en Desojo la estela del Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas o Hermanos de La Salle por la que siguieron en años sucesivos más de 25 hijos del pueblo. ¡Se dice pronto! Ingresó a dicho Instituto en Bujedo con 16 años y fue hasta su fallecimiento repentino en 1970, en Zaragoza, un Hermano ilustre y respetado, dedicado a la formación de jóvenes aspirantes a La Salle y a la dirección de obras y centros educativos.
o En 1900 nacía el 5º hijo de nombre Blas que siguió los pasos de su hermano mayor e ingresó también en la Congregación de La Salle. Entregó tres años de su vida en las misiones argentinas y murió en Irún a sus 88 años.
o Juan, el 6º, se casó a Aras con María González de la que tuvo 3 hijas. Murió en los comienzos de la Guerra del 36, dejando su hogar destrozado.
o El 7º fue Saturio que contrajo matrimonio en Desojo con María Ángeles. Dos de sus cuatro hijas son hoy religiosas josefinas.
o Máximo fue el 8º. Ingresó en La Salle y fue misionero en Argentina durante toda su vida. (No es fácil encontrar en los anales del Instituto Lasaliano a tres hermanos de cuna, miembros del mismo, y permaneciendo fieles a esta vocación hasta su muerte).
o El 9º, Agustín, casó con María Luisa Barrenechea a Placencia. Murió después de la Guerra a consecuencia de una herida grave que recibió en ella. Su esposa falleció en menos de un año, abatida por la pena. Dejaban una niña huérfana, MARISA, que acogió, cuidó y educó, su tía Mª Socorro, en cuya casa fue y continúa siendo una hija más.
o El 10º, Antonino, se alistó también en la guerra del 36. Estaba soltero; murió en el frente de Durango. Culminó así una auténtica tragedia familiar.
o Como broche de oro, llega la última rama de este árbol florido, una niña, la segunda Mª Socorro, nacida en Desojo en 1913, heredera de la casa solariega de los Alecha Rubio. En medio de los avatares que le brindó la vida, el Señor le dió el consuelo de acoger en el hogar formado con su esposo Benjamín Labeaga, a sus hermanos, hijos y nietos. Uno de sus hijos Félix Labeaga Alecha, ha seguido a sus tíos como religioso Hermano de La Salle, y dedicó también nueve años de su vida a las misiones de Ecuador. Mª Socorro murió en Bilbao en diciembre del 2013, sobrepasados los CIEN años de vida.(continuará)
Félix Labeaga