CORONAVIRUS

En estos tiempos de enclaustamiento, por la pandemia del virus COVID-19, entre la tv, periódicos, whatsApp, y demás medios, ya sabemos lo que tenemos que hacer y como comportarnos, por tanto no voy a insistir. Simpremente es una excusa, como siempre, para hablar de Desojo y los desojanos.

Hoy, como están  muy de moda, todo el mundo habla de los sanitarios, estaba memorizando todos los desojanos que están o estaban relacionados con la sanidad. Entre desojanos y apegados (incluyo jubilados) me salen casi 50. No voy a poner la lista, porque no quiero dejarme a nadie. Pero desde aquí, nos unimos al aplauso que todas las tardes, a las 20 hs., desde las ventanas y balcones, resuenan por pueblos y ciudades.

Las pandemias son conocidas desde épocas bíblicas, casi siempre relacionadas con la peste, sobre todo en la Edad Media, aunque aún persiste, con poca incidencia; la viruela, que mató a 300 millones de personas, pero ya erradicada, el sarampión 200 millones, de vez en cuando da algunos ramalazos; la famosa gripe española, que acabó con el 6% de la población mundial hace 100 años.

Hoy nos enfrentamos a estas pandemias con grandes profesionales, impresionantes hospitales, barreras de protección, medicamentos, vacunas, el agua corriente, la luz y los alimentos. Pero hace mil años, en tiempos de tribulaciones nos encomendábamos a los santos. Las crencias en la protección de los santos en momentos transcedentales de enfermedad y muerte, desarrollaron su papel como intercesores y taumaturgos y se plasmaron en representaciones visuales. Los más famosos eran San Roque y San Sebastián, y de los dos tenemos hermosísimas tallas en Desojo.

San Roque, franciscano de Montpellier, es representado con un perro que lleva pan en la boca (el de nuestra parroquia, un niño) y mostrando las llagas recuerdan el peregrinaje por toda Italia curando enfermos de la peste. Por ello es el protector de hospitales y cofradías dedicados al cuidado de las epidemias. Son muchos los pueblos que están bajo su patricinio que es el protector habitual de peregrinos, enfermeros, cirujanos-además de los perros-.

San Sebastián, fue un soldado cristiano, en el siglo III, condenado por Diocleciano por contestarle que el mejor servicio es convertir a sus subditos a la religión de Cristo, fue amarrado a un tronco y asaeteado. Dado por muerto, Santa Irene, lo encontró vivo, al ir a enterrarle, lo llevó a casa a curarle de las heridas. Al enterarse, el emperador ordenó que lo llevasen al circo y lo apalearan hasta la muerte.

Las creencias en la protección de los santos en momentos trascendentales de enfermedad y de  muerte, desarrollaron su papel como intercesores y taumaturgos y se plasmaron en textos hagiográficos y representaciones visuales. El caso de San Sebastián, como abogado contra la peste, es bien ilustrativo, al igual que ocurriría con San Roque a partir del siglo XV.

El origen de la protección de San Sebastián sobre la peste data del año 680, cuando libró a Roma de una gran epidemia, hecho divulgado por Pablo Diácono en su Historia Longobardorum. A la sazón, hay que recordar que la peste concordaba con una lluvia de saetas, tanto en las fuentes clásicas-pasaje de la Ilíada en que Apolo desencadena la peste con el disparo de su flecha- como en las bíblicas (Salmos 7 y 64). La Leyenda Dorada colaboró decisivamente a la difusión de su culto e iconografía. En su texto se afirma que el santo quedó cual erizo tras su asaeteamiento. Desde mediados del siglo XIV, con motivo de la peste negra, su popularidad creció muchísimo.

A fines de la Edad Media, se había convertido en el santo mártir, por excelencia, con gran notoriedad en toda Europa. Se glosaron los paralelismos con Cristo, no sólo por su relación con el pasaje de Cristo a la columna o con el Ecce Homo-en el caso de aparecer con los brazos hacia adelante-, sino por el árbol al que fue atado en analogía con el madero de la cruz y por el número simbólico de sus flechas. Si éstas eran tres evocaban a los clavos de Cristo y en número de cinco a sus llagas. El San Sebastian de nuestra parroquia tiene ocho, las tres de las flechas y las cinco de las llagas, creo que caso único.

Otro aspexto importante en las pandemias, son los hospitales. Nada que ver con las instalaciones de hace cien años. Aunque desde la Edad Media nos hablan de hospitales, casi siempre relacionados con los Templarios y sus sucesores, el boom de los hospitales se produce con la fundación de San Juan de Dios de los Hermanos Hospitalarios y posteriormente de las Hermanas Hospitalarias. La geografia española se llenó de hospitales, gracias a los sucesores de este santo granadino. Tal era su importancia, que en la desamortización de Madoz, en el siglo XIX, lo único que respetaron fueron los hospitales de San Juan de Dios (y a los Escolapios, en la enseñanza), por ser insustituibles.

Precisamente, una de las pioneras en la asistencia fue mi tia Angélica Yániz Garcia (Sor Dolores), Hermana Hospitaria de San Juan de Dios, que dedicó su vida a trabajar en los Hospitales Psiquiatricos de su Orden en Ciempozuelos (Madrid) y en Martorell (Barcelona), donde falleció en 1985.

A todos los que han dedicado o dedican, religiosos y laicos, activos y jubilados, agradecerles su dedicación y generosidad, en estos tiempos dificiles que estamos viviendo.

Poli Yániz Eguilaz